jueves, 11 de octubre de 2012

Mis comienzos en el Kite

Siempre he tenido una especial atracción por los deportes de riesgo, especialmente si están relacionados con el mar.

Ya desde muy pequeño empecé a salir a pescar con mi padre, llegando a pasar noches en alta mar esperando al amanecer para echar las poteras y así llegar a casa con auténticos calderados de calamares. Aunque no creo que se pueda considerar deporte de riesgo, lo cuento porque ha sido uno de los motivos principales para poder llegar a amar y disfrutar tanto del mar.
Con 15 años tuve mi primera tabla de surf. La sensación que experimenté al coger ese tronco reparado por todas partes y poder llevármelo a casa es indescriptible. Era mi primera tabla y era solo mía. Con ella aprendí a coger olas y a llegar a amar ese deporte. Pasarían mas tablas por mi vida pero esa primera no se me olvidará en la vida.

Recuerdo cuando una mañana de verano me despertó la bocina de una furgoneta frente a la casa de mis padres en Barro (Llanes). Era una Volkswagen California granate, creo que el modelo t2. Cual fue mi sorpresa cuando me asomé a la ventana y de la ventanilla de la furgo salía la cabeza de mi primo Miguel. El muy cabrón venía de pegarse un mini-surfari por Francia y decidió parar a hacer una visita. Sus primeras palabras fueron "primo, cógete la tabla que nos vamos a la playa". Dicho y hecho. Nos pegamos un día de olas inolvidable.
Siempre fuimos iguales en lo que a gustos se refiere y con el tiempo descubrí que le daba al kitesurf. El descubrimiento fue un poco rocambolesco ya que participó en una de las ediciónes de La Isla de los Famosos y al tío solo se le ocurrió llevar un kite y una tabla (todavía me pregunto de que le habrá servido pero bueno).
El caso es que un año me fui a hacerle una visita a Tarifa donde suele pasar el máximo tiempo que su trabajo le permite y cuando le vi navegar por primera vez supe que estaba hecho para ese deporte. Me impresionó tanto que no paré hasta conseguirlo.
Otra de las personas que más influencia ha tenido sobre mí ha sido mi amigo Hugo Miravalles. En primer lugar porque era un lujo verle con el winsurf primero y después dándole al kite. El cabrón siempre fue bueno en todo y verle era una maravilla.
Con los años acabó montando una escuela en Tarifa y, de hecho, allí fue donde di el curso de kite.Este deporte jamas lo hubiese podido practicar de no ser por ellos. Ambos me lo han metido en el corazón pero en especial, he de agradecer a mi primo Miguel la "cesión" del material con el que he podido seguir progresando.
A día de hoy continuo esperando a que la previsión me diga que va a soplar y cargar las cosas en el coche para ir a la playa. El corazón palpita, los nervios se ponen a flor de piel, y mi mente se queda en blanco simplemente dejando hueco para el kite. Dicen que esa sensación no se va en la vida y me alegro porque es tal el placer que se siente que jamás quiero que se vaya.

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